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  • Foto del escritorLucía Montilla

Fernando Iwasaki, las dos caras de la moneda: intruso y fichaje galáctico

30 de marzo de 2018

Fernando Iwasaki presentando su nuevo libro Palabras primas en la Universidad Loyola Andalucía. De izquierda a derecha Juan Plaza, Fernando Iwasaki, Vicente Luis y David Varona. Se lee: “El mundo es nuestro hogar”. Fotografía: Elena Rosales.


La esencia de Fernando

Fernando sembró su semilla en España cuando en 1985 se mudó a Sevilla, pero sus raíces proceden de las más dispares culturas como son la japonesa y la peruana. Ha dedicado su vida a entenderlas e indagar en ellas.


Siempre ha sido, y seguirá siendo, un viajero sofisticado, la viva imagen de la experiencia y el saber. Incansable pero descansado; rebosante de energía, pero calmado. En definitiva, colmado de pasión por la lengua que da sentido a la vida. Una lengua que abraza cada parte del mundo y aprende algo de cada uno de sus interlocutores. El literato asegura que incluso el español se vio influenciado por el japonés cuando de las costumbres gastronómicas japonesas aprendió lo qué era el rebozado del pescado.


Descubriendo Palabras primas

Palabras primas no es que no deje indiferente a nadie, es que no puede no hacerlo. Es un conjunto de ensayos estructurados y redactados con tanta delicadeza e ímpetu que dejan huella en su lector. Según el presentador del acto, David Varona, es un relato que conmueve y pone nombre a todo eso que uno siente y no sabe explicar.


Fernando está prendado y así le ha declarado su amor a la palabra escrita. Palabras primas trata de cercar cada término, identificarlo, analizarlo y estudiarlo, siempre desde la admiración y el cariño. Por todo esto, Juan Plaza no dudó en calificar a Fernando como un intruso. Un intruso que es consciente de sí, y al que no le importa; que se siente a veces incomprendido y desubicado por las palabras que usa a un lado y al otro del océano, pero se desvive por estas.


Palabras que no son lo que aparentan

Durante la presentación los tres interlocutores aludieron a uno de los ensayos más insólitos de la obra: La polla de Cervantes. Fernando nunca elige un nombre sin razón, este caso no era una excepción. Utilizó este flamante título para hacer hincapié en cómo una misma palabra puede alterar su significado según el lugar donde te encuentres. En España se considera una palabra malsonante y ordinaria; no obstante, en Latinoamérica viene a ser la jerga que se usa cuando te ha tocado la lotería o cuando vas a por todas en una apuesta. Exacto, si escucháis algún día al otro lado del océano: “Me ha tocado la polla” no os ruboricéis, las palabras cambian y eso es lo que hace magnífica a la lengua.


Hacer universidad después de la universidad

Para Fernando lo que justifica escribir una obra como Palabras primas es la oportunidad de presentarla en su universidad. Expresó el orgullo que le prestaba que un jueves a las ocho de la tarde después de la jornada hubiera personas dispuestas a seguir haciendo universidad y aprender unos de otros. Uno de los sueños de Fernando es volver a aquellos tiempos donde los alumnos demandaban más horas lectivas y las clases se trasladaban fuera del aula.


El sustento de la lengua

Fernando muestra especial interés por Andalucía y su habla, la considera la cuna de la poesía española. Se atreve a afirmar que el andaluz está presente en toda la literatura, recordando algunos nombres como Rafael Alberti y Federico García Lorca de la Generación del 27. Además, obsequió a sus oyentes con una gran clase magistral sobre la lengua. El autor indicó que existían principalmente dos hablas: el español de traducción y la mancha extraterritorial.


Al hablar del español de traducción se percata de que todas las grandes obras, tanto literarias como cinematográficas, están traducidas a un español neutro de Madrid. Un español sin personalidad ni matices, que no luce todas las tesituras de cada uno de sus dialectos y pierde las particularidades de cada tierra.


Para Fernando el español de la mancha extraterritorial es el que realmente da vida al idioma. Se da cuando un extranjero hace literatura en español, Fernando lo compara con hacer fichajes galácticos. El autor cree que estas personas son las que más amor y tiempo dedican al español, los que más lo cuidan y lo hacen deslumbrar.


El español: una lengua de placer

Fernando reitera la idea de que el español es una lengua de placer, sin trabas, fácil, pegadiza y poética. Es el lenguaje de la poesía, la música y la gastronomía, propio de ello que en todo el mundo se sepan las letras de las canciones populares Despacito y La Macarena o cómo decir “paella”. Confiesa estar aterrado de que se llegue a convertir en el próximo esperanto, un universo limitado de conceptos y voces de otros lugares que sustituyan las grandes palabras primas de la lengua. Es por esto por lo que para el autor la diversidad, la mancha extraterritorial, es lo que salva y enriquece el idioma.

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